martes, 31 de marzo de 2009

Mi Tio Jero...

solo algo que escribio, creo que lo veo algo bastante parecido a mi, luchando con la vida que le toco, tambien en otro pais trabajando, y con sus limites, un matrimonio unido solo por los hijos, pero a su vez buscando su felicidad y bueno tambien escribiendo sus recuerdos y cosas para desahogarse...
escritos de el...
Para la familia
(parte 1)

Con un cigarro que se desgrana entre mis dedos, sin pensarlo siquiera, lo comparo con la vida, como se van cayendo uno a uno los años, como las cenizas de mi cigarro, y como los buenos y malos sentimientos, las malas y buenas acciones y propósitos se diluyen como el humo de mi cigarro. Lo encendí sin ganas, bien lo sabes, tal vez procurando que estar atento a no quemar nada me saque de esta soledad, soledad que no me duele, lo confieso, pero que a momentos se hace insoportable, y entonces pienso en tus pupilas claras, en tu sonrisa, que nunca he estado seguro si es de alegría o de tristeza, en tu melancólica mirada diciendo siempre adiós, esa tu mirada que es una constante despedida. Basta mirar tus ojos para despedirse de todo, hasta de la vida sobre todo cuando duele vivir, o cuando duele la patria, como ahora.

Entonces me doy cuenta de mi taza de café, humeante, oloroso, invitándome inevitablemente a sorberlo y remontarme en el recuerdo a la olla donde mi madre me enseñó a prepararlo hace ya……………………………….bueno, muchos años. Tu no sabes de esa olla, “la ollita” le decíamos, era de peltre (material ya en desuso) azul, con pringas negras, o negra con pringas azules (dependiendo del cristal). Casi hablaba esa ollita, casi nos decía a mis hermanos y a mi, o a quien le tocara preparar ese café hasta donde debía llenarse con agua, y cuantas cucharadas de café había que ponerle, y entonces recuerdo también la cuchara del café, una cuchara gris, casi negra, eternamente sumergida en el bote del café, casi sin mango, no lo tenia porque supongo mi mamá lo había amputado para que entrará en ese bote de café, como tus ojos, como la cuchara de mi madre, amputada de alegría y en constante despedida.
Hoy me preparo el café en una cafetera “Mrcoffe” impecablemente blanca, con marcas para no ponerle más agua que la que necesita, y para no pasarse de café, usa un filtro para que la bebida se sirva inmediatamente, ese filtro es el colador de mi madre, un colador de alambre y de uso exclusivo del café, esa era la tarea que tenia encomendada, era el encargado de decidir si dejaba pasar un granito molido de café en la taza de mi padre solo para que él lo rechazara de inmediato. El colador lo hacía por joder, pero el filtro no se permite esas libertades, a menos que no lo sepa colocar pero todas esas máquinas modernas están hechas para no equivocarse, porque a la vida moderna le hace falta tiempo, yo mismo he caído últimamente en la vieja trampa de quejarme que me hace falta tiempo, y por eso por poco se me olvida despedirme de tu mirada de despedida, por falta de tiempo. Las cenizas del cigarro siguen cayendo como los años de mi vida, bá, como los años de la vida en general, de la tuya de la del mundo y del universo. Universalmente recuerdo tu sonrisa, y sigo sin entender si es sonrisa de alegría o de tristeza, nunca podré conocerte por tu sonrisa, porque puede ser de tristeza como la del día cuando te dije que me iría, o de alegría como la del día cuando me atreví a decir “te quiero”, un te quiero sin ambición y sin tortura, desinteresado que no llevaba mas propósito que liberarme de una carga casi mortal, tal vez ese “te quiero” era el granito de café que el colador de mi corazón necesitaba dejar pasar, para que tú lo rechazaras de inmediato, como el café de mi padre.
Era todo un ritual el café de mi padre, llegaba a casa y con mucha antelación ya nos habíamos designado las tareas con Fabio, quien quitaba sus zapatos y colocaba sus pantuflas y quien iba a la cocina por el café, ese café que casi nunca le llevaba alguno porque lo hacía mi madre, colocaba el café sobre la mesa acompañado de un beso en la frente de mi padre, un beso, un beso que en lo personal me gustaba ver, un beso dado en “el cuartito” pre-terremoto, y en la cocina post-terremoto. El ritual de mi café es un poco distinto, llego de mi trabajo y mi mano derecha se pelea con la izquierda el quitarme los zapatos y ponerme las pantuflas, y entre las dos preparan el café, el beso se lo doy a la taza cuando sorbo el primer trago de esa bebida relajada y aromática, reviviendo los días en la casa del barrio San Antonio, San Antonio calvo como mi padre como Llemo y como yo, y seguramente como Marcos, extrañas las herencias que se heredan sin querer y sin pedir pero que hoy me hacen sentir orgulloso de decir que por lo menos en eso, me parezco a mi padre.
Se vuelve extraña la vida cuando se está lejos, y cuando se está cerca, se extraña y se viven los momentos con más lucidez que cuando se vivieron en realidad, entonces el silencio grita y se clama una voz que le ponga silencio al silencio, y comprendo porque nos sobra silencio. La vida circula afuera como ajena a mi, gira a mi alrededor y escucho su voz, voz llena de gritos y alegría, y me lleva inevitablemente, y entonces me tiro a ella como si fuese un huracán, participo de ella, y vivo la vida de la vida, desde afuera la vivo, la siento, porque hace falta tu mirada de despedida.
Las cenizas del cigarro hace rato cayeron todas, es inverosímil lo que puede inspirar un instrumento de la santa Chabela, (para los que alguna vez participamos de la guerga de Todos los Dolores) pues cada inspiración de humo es un beso mortal con la calaca, ese personaje que veremos cara a cara algún día cuando se termine nuestro cigarro de la vida, cuando hallamos agotado la última gota de café de nuestra taza de tiempo humanamente medible, humanamente erróneo. Y entonces ahora me pregunto: Cuántas cenizas habrán caído ya del cigarro de mi vida???? Cuando descubriré porque tu mirada se despide y se despide???



Loqueras escritas en Honduras, 20 de abril del año Santo del Señor del 2008.

(por cierto, hoy profanaron el Yankee Stadium!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)

Honduras, 8 de junio 2008

Llegue cuando sus ojos ya habían cerrado. Su rostro era tranquilo, nunca había visto un rostro tan tranquilo. Era la segunda persona amada, que veía en tal estado de descanso, sin embargo esta vez dolía mas, y aunque su sueño tranquilo era casi un agradecimiento, dolía, dolía en lo mas profundo de mi alma ya cansada de dolor. Tal vez fue la vez que los cigarros de mi vida cobraron un sentido tan trascendental, en el camino a su casa los compré, le puse fuego al primero y mientras se consumía en mi mano, se me antojo pensar que la vida era como un cigarro, y que al final solo quedan las cenizas del paso por la vida, cenizas que el tiempo como viento se encarga de soplar, para que al final solo quede la colilla del recuerdo en los que alguna vez nos amaron, o a quienes por defecto les toco amarnos.

Era la segunda vez, con una distancia de más de 15 años entre una y otra. Y sin embargo dolía más. Hoy hace ya años de aquel suceso y se siente cada vez como que fuese hoy, hacía tan solo unas horas me había fotografiado mi hijo Miguelito con Él, mi hijo de apenas 5 años capturó en el único lugar donde podemos detener el tiempo, mi último momento junto él, no me vale decir “si yo lo hubiera sabido” porque la despedida final hacía tiempo la había hecho, y le dije todas las cosas que quise decirle, cuanto lo amaba, y cuanto sentía ser como soy y no como él soñó. Nos despedimos largamente, fue una conversación larga, extrañamente a lo que sucedía generalmente, escuchó mis palabras, y tomó mi cabeza en su pecho y dijo que todo estaría bien, que no todas las vidas son iguales y que yo debía vivir lo que me toca. Esa vez me reconcilie con mi vida, yo que siempre estaba luchando contra lo que me tocaba vivir. Acepte ser el otro de otra vida y vivir como que fuera el único. Escuchaba a lo lejos a Chopin Vals No.7 en C sostenido menor en todo mi recorrido a su casa.
Fumaba el primer cigarrillo en forma conciente y no producto de algunos tragos o de una noche de diversión. Aquel era un cigarro triste, había descubierto que existen cigarros tristes, cigarros de dolor, cigarros de alegría, cigarros de nostalgia. Pero aquel era un cigarrito triste, las cenizas que caían eran mis lágrimas arrancadas al fuego de mi amor. Inevitablemente sentí deseos de esa taza de café, no de alguna bebida donde el alcohol pudiera aplacar mi dolor, necesitaba café, pero aquel café me supo a dolor, y cada sorbo ahogaba el grito de mi alma y de todo mi ser. En mi mente se amontonaron los recuerdos de toda una vida, momentos, segundos, la serie mundial, las serenatas, las loterías, el poker, el chino Sebastián, (porqué se llama así “casualmente” el chingonazo?), los primeros acordes aprendidos en una guitarra y que fueron a la fuerza, la fabricación de las gradas, el tallado de la viga de la vueltecita, la misa de 9 en santa Teresa, y el juego de béisbol en el trapotorrebiarte corriendo para sentarnos bajo la cabina de Radio Ciros donde escuchábamos la narración de Abdón, y donde se podía descansar la espalda.
Pero el café sabía a dolor, y mi cigarro lloraba su hilo de humo.

Besé su frente y puse entre mis manos sus manos, esas manos trabajadoras y luchadoras, esas manos que nunca dijeron que no a ningún trabajo, que aprendieron lo mismo a tomar una reata de mula, con firmeza y fuerza, como a arrancar notas tristes y delicadas a una guitarra hoy silenciada por la doble ausencia, ausencia de él y de Bernardo el único que ha arrancado un rock nacional después de su partida a esa guitarra. Me gustaba verle tocar, y escucharle cantar “el hijo desobediente”, la segunda natural de mi madre en “una noche serena y obscura”, su voz en “la malagueña”, esa voz que estaba ya silenciada para siempre, ya no cantaría, ya no la escucharía, ya no la he escuchado.

Hoy me hace falta, como a todos, y cuando lo recuerdo, me entristezco, y me lleno de recuerdos. Sonaba a lo lejos “Florecita de Retana” cuando besé su frente, hasta hoy le pongo atención a ese detalle, era la misma marimba que me despertó en muchas ocasiones, y que me hacia pensar que esa gente “no tenía gracia al escuchar marimba a esas horas de la noche”. Hoy si que la tenía. Le despedí personalmente con marimba y con un son puro de mi pueblo, que hoy siento tan lejano. Duró lo justo para que la comunión entre mi Padre y yo fuera exacta, le dije Adiós!!!!!!! Le agradecí su sacrificio una vez mas, como aquella vez, solo que esta vez estaba de rodillas en su lecho final, no hubo promesas, lo hecho, hecho estaba y no se admitían arrepentimientos ni perdones, ya no era tiempo, allí solo estaba el empaque, ya no era él, su esencia había viajado, no era su cuerpo lo que amaba, era su alma, era su yo, era esa mente clara y segura del camino que debía recorrer lo que yo amaba, lo que yo amo aun. No derramé una lágrima, tal como me lo había pedido, “no las quiero allí -me dijo,- me mete en un cajón y a la tierra, sin lágrimas ni desconsuelos, porque seguro estaré mejor y feliz de haber pasado por la vida, y de haberlos tenido a todos, por eso no quiero lágrimas”.

El padre nuestro era inevitable, encargárselo a mi Dios personal, que ya caminaba en forma de luz con él, la esencia lo yo amaba era ya humo invisible de cigarro, era aroma de café recién cocinado, era humo de pensamiento lejano y triste, era aroma de “Florecita de Retana”. Hoy descansa el cuerpo bajo algunos metros de tierra Guatemalteca, no voy muy seguido he de confesarlo. Me preguntó Marquitos un día, ¿papí, porqué la gente como pachal se mueren? ¿Alguien lo sabe?, no respondí ese día porque no lo sé, solo sé que todos morimos, aunque algunos deberíamos hacerlo cuando nos matan el alma, cuando nos matan el amor, cuando de un solo trancazo arrancan la esencia de la vida del cuerpo, cuando nos cuelan el corazón como a esencia de café, y seguimos funcionando sin ser capaz de volver a sentir. Esos somos los que deberíamos morir. Descanse Padre Mio, ábrame el camino del mas allá, como me abrió el de este mundo, recorra la senda primero, deje la luz de su presencia en los otros mundos que recorre, para que yo la siga, a mi modo pero la recorro, déme su mano de luz hoy que la necesito tanto, y sobre todo viaje tranquilo que sus semillas en este mundo crecen y florecen, unos mas cerca otros mas lejanos, pero todos crecen, todos están dando frutos, y los frutos son buenos.
y otra historia mas!!!!
CRISTO DEL AMOR.
AYER
Te vi la primera vez……………….yo estaba tomado de la mano de mi madre, se me hacia peculiar el humo de cinco, diez , quince incensarios que iban delante de ti, descubrí entonces a los nazarenos, al escuadrón de romanos, al viacrucis de los pasos, pasos traídos de España, por barco, por mar, como tu imagen que llegó desterrada desde Inglaterra por Enrique VIII y producto de una tormenta que te hizo tocar tierra en Trujillo, puerto de esta tierra lejana donde hoy me encuentro, vinieron los pasos desde España para que yo los viera y aún veo hoy treinta años después.

No supe porque salimos a la calle un Viernes Santo, no comprendí en ese instante, como salimos a ver tu paso por las calles de la ciudad un día tan santo, un día que estaba prohibido casi respirar, a los patojos de aquella época en jueves y viernes santo no nos permitían libertades, no se podía correr, jugar, reírse, bañarse, escuchar música y menos pensar en salir a la calle, luego el sábado de gloria llovían los cinchazos justo a las diez de la mañana, cuando Judas Iscariote (hoy reivindicado por History Channel) tomaba su fatal decisión. Se impregnó entonces el olor a corozo en mis pulmones, ese olor a ti, a tu semana tan especial en mi país. Me dieron miedo los encapuchados, y di un paso atrás para sentir en mi espalda a mi madre, que me protegía de aquel mundo de gente vestida de negro, con candelas en las manos y señoras llorando a moco suelto cuando pasaste enfrente. Sin embargo yo quería sentirme protegido de los encapuchados que vendrían por mi si me portaba mal, se me hicieron gigantescos monstruos salidos del infierno, que solo me buscaban, y entonces tomé la decisión de cerrar los ojos para que no me vieran, como me dijo mi padre que hiciera cuando tuviera miedo.

Pasaron………………. Se alejaron……………………….me sentí a salvo, y pude observar entonces a los palestinos, y a los soldados romanos a quienes me dieron ganas de gritarles que los malos iban adelante, los encapuchados iban allí cerquita, como a dos cuadras nada más, si corrían los alcanzaban, que se los llevaran para que no se robaran mas niños. Sin embargo los romanos se quedaron parados justo frente a mi, ya no caminaron, y los encapuchados malignos seguirían huyendo adelante, siempre adelante.

Estaba con mi madre en la once avenida, en las escaleras de un edificio que allí esta todavía, y que sigue acogiendo gente devota el viernes santo cuando Tú El Cristo Del Amor del Templo de Santo Domingo decides pasar por allí. Ibas en un cajón de vidrio, adornado con unas hojas que sostenían una corona justo encima de tu pecho, ibas vestido de azul casi negro, y los ojos de mi madre se clavaron en los tuyos que estaban ya cerrados, como ahora los de mi padre terrenal. Todos los que te llevaban en sus hombros estaban vestidos de negro riguroso, y sentí por primera vez unos deseos incomprendidos de llorar, mi mente infantil no entendía porque mis ojos se estaban llenando de agua y solo quería llorar, llorar así como mi madre, y como todas las señoras con su vela encendida y llorando, llorando por ti, que pasabas en ese instante frente a mí, despacio y con una música triste, pasabas y mi estatura no dejaba verte pero allí ibas y estabas junto a mí.
HOY

Treinta años o más han pasado desde esa vez. Dejé de ir a verte mucho tiempo, en mi casa era pecado salir un viernes santo. Tendría yo como 20 años, compré mi primera cámara fotográfica una flamante Zenith 12x y salí a tu encuentro. No pedí el obligado permiso para salir, lo anuncié meses antes: “El viernes santo, saldré a tomar fotos a las procesiones” ni mi padre ni mi madre contestaron, y entonces llegado el día preparé mi equipo un día antes, lo hice casi frente a ellos para que se dieran cuenta que la cosa iba en serio, así fue como dejé de rezar el Credo con mi familia el viernes santo, porque salí a tu encuentro.
Me pareció que ir a buscar el mismo edificio y las mismas gradas sería lo mas conveniente, tendría mejor ángulo para tomarte mi mejor fotografía. Llovieron los recuerdos como hoy,
pero entonces empezaron a cobrar sentido muchas cosas, podía ver el dolor de la gente devota, lo podía ver en sus ojos, el sentimiento general era que de verdad habías muerto, yo sonreí pensando como era posible que yo te siéntese tan vivo dentro de mi, ese día que estabas muerto para tanta gente. Sin embargo el dolor de la gente era y es genuino, y pensé que no se lloraba porque estuvieras muerto, sino por el dolor que pasaste tantos años atrás. Inició a pasar el cortejo fúnebre frente a mí, y con la cámara lista busque y esperé en vano a los encapuchados, tenía que tomarle una fotografía a mi miedo infantil, sin embargo no aparecieron por ningún lado, pregunté qué había pasado, donde estaban? Acaso sería cierto lo que me dijo mi madre hacia tanto tiempo que los dejaban salir del infierno ese día para que se llevaran a todos los niños que se portaban mal, estarían acaso llevándose a todos esos niños? Busqué con mi lente zoom, y no aparecían, y nunca más aparecieron…………los muy cobardes.!!!!!!

Me enteré luego que esa procesión no lleva ni romanos, ni nazarenos ni encapuchados, y que aquel año estuvieron presentes en 3 cuadras de la procesión de Santo Domingo todo el séquito de El Señor Sepultado del Templo Del Calvario por motivo de no sé qué celebración. Tendría que buscar a mis encapuchados en otro punto de la ciudad.

Y entonces pasaste otra vez, el cajón de vidrio ahora sé, se llama Urna, es de cristal, y las hojas que lleva son laureles y sostienen tu corona de espinas y una cruz, me enteré también que te dicen el Sepultado de los pudientes y no pude menos que sonreír para adentro, resulta que ahora también quieren dividirte en pobre y rico, y seguimos dando motivos para que nunca dejes de morir año con año, porque ahora eras el Sepultado de los ricos. Porque no podías ser para todos, o porque simplemente no podías ser El Cristo Del Amor? Tomé mi cámara y obtuve algunas fotos, llevabas una túnica morada, bordada de amarillo en hilo de oro, el olor de incienso inundó mis pulmones, te llevaban en hombros mas de cincuenta hombres, se movían en perfecta sincronía, la marcha fúnebre del pentagrama guatemalteco sonaba nítida, caminaban al ritmo, derecho, izquierdo, derecho izquierdo.
Sonó un timbre, y todos como bien entrenados dejan caer el anda sobre sus horquillas, y paraste, frente a mi, otra vez, como aquella vez, pero esta vez si, lloré y me inqué y rece un Padre Mío, por todos tus sufrimientos, y por los míos, y pude ver como te alejabas, tu cabello rizado brilló ante el flash de mi cámara, y al verte alejarte supe que ya no podría dejarte nunca, que habías empezado a ser parte de mí, no en ese momento, sino hacía muchos años antes, cuando mi madre me llevó a verte un viernes santo, día que era pecado salir de casa, ese día que mi mamá y mi papá discutieron por algo, a saber que sería, y mi madre salió molesta de la cocina y me dijo: nos vamos a la calle. Hoy digo, que caminos mas extraños me llevaron a ti,!!!!!!!!!! que caminos extraños son los que escoges para llamar a tus hijos ¡!!!!!!!!!!!!!!!!!! Bendita sea esa discusión entre mis padres, bendita sea, porque hizo que desde hace casi veinte años, nunca falte a la cita que tengo contigo, en un edificio de la once avenida, para verte pasar, y porque aun espero a los encapuchados se llevan a los niños que se portan mal…………
Honduras marzo 2009

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